Esta cala, alejada de cualquier signo de civilización, es uno de los últimos rincones vírgenes en los alrededores de Peñíscola. Con sus orillas cubiertas de conchas y grava, es un lugar que invita a la desconexión total y a disfrutar de la naturaleza en su estado más puro. Su longitud de 35 metros y su superficie de 350 m² ofrecen un espacio íntimo y sereno, perfecto para quienes buscan escapar del bullicio turístico.
Es el lugar ideal para los aficionados a los deportes submarinos, ya que sus aguas limpias y la abundancia de vida marina la convierten en un entorno perfecto para el buceo y el snorkel. Si buscas una cala donde la tranquilidad y la belleza natural sean protagonistas, este rincón virgen es una opción inmejorable.
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